Ese momento entre el sueño y la vigilia, el instante en que uno no está muy seguro de si lo que piensa es una idea consciente o un vestigio de las ensoñaciones oníricas que le acompañaron en las horas nocturnas... Siempre he creído que ése es uno de los estados más extraños y con más posibilidades de los que el ser humano puede experimentar.
En ese momento puede llegar a ver con claridad la solución a un problema que, estando despierto, parece insoluble. Puede soñar que lleva a cabo un acto cotidiano, experimentándolo hasta en sus más nimios detalles y, al despertarse, estar convencido de que, realmente, ha hecho aquello que no ha sido más que una fantasía. Puede mantener una conversación con alguien sobre cualquier tema, posible o imposible, sin que su mente en estado de vigilia dude nunca que esa conversación se haya producido o que las cosas tratadas en ella no sean algo distinto al producto de su psique nocturna. Puede verse a sí mismo haciendo cosas que desea sin siquiera saberlo o que teme sin ser consciente de ello.
El instante impreciso en el que todo esto ocurre, igual puede durar unos pocos segundos como extenderse a lo largo de varios minutos. Sin embargo, dure lo que dure, la percepción del tiempo casi siempre se ve alterada, por lo que estos momentos pasan a convertirse en una suerte de limbo, cuyos límites son tan confusos, que podrían considerarse un refugio para la sensación, inmanente al ser humano, de que la vida es un caótico torbellino sin sentido alguno que, en ocasiones, alarga el sufrimiento hasta la agonía, y en otras, arrebata los instantes hermosos tan deprisa como el agua se derrama de un cántaro volcado.

domingo, 18 de abril de 2010
miércoles, 14 de abril de 2010
Bienvenidos a El Silencio del Erizo
Cuando, durante varios días seguidos, las temperaturas son inferiores a 10º aproximadamente, los erizos se hacen una bola y comienzan su larga hibernación. Ralentizan hasta el mínimo el ritmo de su corazón. Duermen. Sueñan. Se hunden en el silencio de su interior. Nada puede dañarles mientras duermen, pues sus púas forman una barrera protectora a su alrededor, que les asegura un silencio largo, profundo, inmenso... y lleno de sueños.
Bienvenidos al libro en el que se escriben los sueños nacidos durante el silencio de los erizos.
Bienvenidos al libro en el que se escriben los sueños nacidos durante el silencio de los erizos.
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